miércoles, 18 de septiembre de 2013

Quien adivina lo que una sonrisa de mujer esconde,
tal vez alegría,
algo de enigma,
una lágrima furtiva,
el pesar del alma,
puede hasta reír,
pero tal vez en el fondo de su corazón
al reír este llorando

Lee todo en: Poema 52. REIR LLORANDO [Autor: JUAN DE DIOS PEZA-MEJICANO], en Poemas del Alma http://www.poemas-del-alma.com/blog/mostrar-poema-261401#ixzz2fIYYDUTE

jueves, 1 de agosto de 2013

"R"


Me preguntan el ¿por qué del tatuaje en la parte posterior de mi hombro izquierdo? Mi respuesta es la misma, siempre acompañada de una sonrisa que dicen es enigmática; significa “Rojo”. Como la sangre, las rosas, el color del mar en el ocaso, las sandías o las amapolas, como el amor que perdí…
La conocí una tarde de otoño, cuando las hojas muertas tapizan las calles, ella caminaba por el parque y por sus mejillas rodaban perlas que brindaban a su mirada un brillo nostálgico que me impresionó. La observé y sin que ella lo notara seguí sus pasos. El viento le arrebató de las manos una carta y la fortuna permitió que llegara a mí, la tome y se la entregué. Con una sonrisa me dio las gracias- Le pregunté si podía hacer algo por ella, en respuesta su llanto inundó el ambiente e impulsivamente le abracé, mi pecho enjugó sus lágrimas y poco a poco estas acabaron.
Nuevamente me dio las gracias y me explicó que su hermana menor había fallecido de leucemia, caminamos por un largo tiempo y me dijo su nombre: Renata.
Ese día olvidé todas mis actividades, pasando la tarde con ella, quien me contó la historia de su hermana menor, la unión tan grande que entre ellas existía y el gran amor que se profesaban.
Al caer la noche me permitió acercarla hasta el domicilio que habitaba, el cual era una casa para estudiantes de provincia cerca de la Universidad, al despedirse de mí, me regaló algo muy preciado, una sonrisa que iluminó mi alma.
Durante los siguientes días al salir del trabajo me paseaba fuera del lugar dónde vivía pero nunca tuve suerte de encontrarla y jamás me atreví a tocar a su puerta y preguntar por ella.
Llegó el fin de semana y decidí pasear por el parque en que la había conocido- Como si fuera un imán me dirigí a un rincón del mismo, en el cual las hojas caían como lluvia de abril. Ahí, sentada en una banca la encontré, absorta en su cuaderno de dibujo, en el cual plasmaba con maestría esa llovizna pertinaz.
Estaba tan concentrada en lo que hacía que ni siquiera notó mi presencia, pero la lluvia interrumpió su trabajo y apresuradamente trato de poner a salvo su cuaderno, fue entonces cuando le hice notar mi presencia al guarecerla bajo el paraguas que llevaba, ella se sorprendió al verme, pero agradeció mi ayuda.
La lluvia arreció y yo la conduje hasta mi auto, ofreciendo llevarla al lugar que me indicara. Renata me pidió que nos quedáramos en el parque, y ahí, mientras el tintineo de la lluvia nos acompañaba, continuó dibujando. Yo me dedique embelesado a  observarla.
Al fin el cielo se despejó y ella tendió hacia mí una de las hojas de su cuaderno, en la que había plasmado mi rostro visto a través de un cristal en el que las gotas de lluvia caían profusamente, sólo me dijo: Es tuyo.
La invité a cenar y ella accedió, finalmente la lleve a su domicilio.
Desde ese día, al salir del trabajo pasaba frente a su casa con la ilusión de poder verla, pero nunca tenía suerte, sólo los domingos, en ese mismo parque me hacía el encontradizo. Después de varios meses de estos encuentros, me atreví a pedirle que fuera mi amiga, su respuesta fue tan inocente y sencilla: “No lo somos ya”.
Me contó que estudiaba medicina y que el dibujo era sólo un pasatiempo.
Al paso de los días me presentó a varias de sus amigas, jóvenes de veinte años como ella, las cuales se sorprendían al saber que un viejo de treinta y cinco años era su amigo.
La diferencia de edades no le importaba a ella. Poco a poco fui convirtiéndome en su mejor amigo, compañero y confidente.
Cuando cumplió veintiún años, insistí en que organizara una fiesta a la que pedía invitara a todos sus amigos, quería verla feliz, pienso que lo fue. Yo era el hombre mas afortunado al estar cerca de ella. El día de su fiesta llegó y fue todo un éxito, ella se veía radiante y contenta, me presento a todos los amigos y amigas que aún no conocía. Al ver a los jóvenes que la rodeaban disputándose su atención, me percaté que yo no podía competir con ellos, Renata, parecía que comprendía mi pesar, y trato de manera generosa de integrarme al grupo, sin embargo, la alegría había terminado para mí.
Después de esa fiesta decidí alejarme, por espacio de quince días no le llamé ni la visité, pero el día dieciséis, ella me sorprendió en mi trabajo, al presentarse a primera hora de la mañana, sin que yo le hubiera comentado jamás dónde laboraba.
-Ingeniero Aguirre, le buscan en recepción –señaló el altoparlante de la oficina.-
Extrañado me dirigí hacia ese lugar.
-¡Hola, buenos días ingeniero! –Me saludó Renata-
-Buen día –conteste intrigado-
- ¿Tendrá mi proyecto?
- Me faltan algunos datos para terminarlo, podríamos pasar a mi oficina para que me los proporcioné –contesté-
-Con gusto.
Renata se dirigió hacia dónde yo le señalaba sonriendo. Al llegar a mi oficina me dijo:
-Nunca me la imaginé así.
- No creí que hubieres pensado en ella.
-En muchas ocasiones –respondió- esta oficina tiene mucho de ti.
- ¿Eso opinas?
- Por supuesto, por ejemplo, este globo terráqueo debe ser el instrumento mediante el cual eliges los lugares que visitaras en tus vacaciones, lo haces girar, cierra los ojos y señalas un lugar y ¡ya está! El lugar soñado aparece. ¿Estoy en lo cierto?
- Casi, he soñado con hacer lo que tú dices.
- Bien, estás trabajando y no quiero hacerte perder tu tiempo, así que iré al grano. ¿Por qué no has ido a buscarme?
-He tenido mucho trabajo.
- Mmmm. Te he extrañado.
-¿Deberías estar en la escuela en este momento?
- Si, pero no saber de ti me preocupaba.
- Pues como ves me encuentro perfectamente.
- ¿Tú no me has extrañado?
- ¡No tengo tiempo para ello! ¿Necesitas algo?
- Si, pero creo que lo que necesito tú no puedes proporcionármelo –acercándose a mi escritorio puse un sobre en el mismo-
- te traje esto –me dijo- ¡No lo abras! Debo irme. Me dio gusto saber que te encuentras bien – salió de mi oficina corriendo, dejándome estupefacto-
Abrí el sobre y dentro del mismo encontré un dibujo hecho a lápiz de mi rostro, en la parte inferior del mismo firmaba “Reb”. Yo jamás había posado para ella. Guardé el dibujo y seguí trabajando todo el día, preguntándome cuándo y cómo lo había hecho.
Por la noche, al llegar a mi casa, volví a sacar el dibujo. Fue entonces cuando me percaté que en la parte posterior del mismo había una frase: “Por siempre, te amo”.
Quise correr a verla pero era demasiado tarde y ella debía estar dormida. Pensé: ¡cómo podía haber sido tan estúpido!
Decidí ir a su domicilio a pesar de la hora, como era de esperarse, todo estaba a oscuras y cerrado, sin embargo, me quedé ahí, viendo desde mi coche el ventanal de su recámara. Sin saber cómo me quedé dormido, hasta que unos golpes leves en la ventanilla me despertaron.
-      ¿Qué haces aquí? –me dijo Renata-
-      Tu dibujo… yo… ¿a dónde vas?
-      A la escuela.
-      ¿Te llevo
-      ¿No trabajas hoy?
-      No te preocupes.-Ella subió al auto- ¿Es cierto lo que dice el dibujo?
En respuesta Renata me dio un beso. A partir de ese momento fui el hombre más feliz y más enamorado del mundo.
A los seis meses nos casamos. Ella continuaba con sus estudios como Interna en un Hospital. Era pesado, pues hacia guardias, descansando una noche y trabajando en la siguiente y así sucesivamente. Yo trataba de ayudarla en lo que podía dentro de la casa, pero comencé a notar que perdía peso, le pedí que descansara ella en respuesta me dijo:
-      ¡Soy feliz! Solo tengo que acostumbrarme a las desveladas.
Así pasaron  tres meses más, cuando estaba en el sexto mes del internado, una de sus mejores amigas me llamó al trabajo:
-      ¡Hola Alex!, Soy victoria.
-      ¿Sucede algo? ¿Renata está bien?
-      No te alarmes, se desmayó y el profesor pidió que llamáramos a un familiar y…
-      Voy enseguida –le dije mientras salía corriendo de la oficina-
Al llegar al Hospital me recibió  Victoria, quien me llevó inmediatamente con el Dr. Segovia, profesor de mi esposa:
-           Me dicen que usted es el esposo de Renata.
-           Así es, ¿cómo esta ella?
-           Siéntese por favor. Tenemos que hacerle varios estudios para descartar cualquier enfermedad, pero parece que solo es agotamiento, y podría ser que estuviera anémica, está muy delgada y baja de peso, así que vamos a mandarla a descansar y le pondremos una dieta especial para que mejore.
-           Lo que usted ordene doctor
-           Bien, regrese en tres horas, en ese lapso le haremos los estudios y después podrá llevarla a su casa, de acuerdo.
-           Puedo quedarme si es necesario.
-           Necesitamos que trabaje para que la alimente adecuadamente, no se preocupe –dijo el médico sonriendo- vaya a trabajar y déjenos a nosotros hacer lo propio,
Ese día recogí a Renta en el hospital y la lleve a casa. Ella al ver mi cara de preocupación me dijo:
-      ¡Tontín! Solo estoy un poco cansada, así que no quiero que me trates como una enferma.
Yo callé. Las semanas siguientes me encargué de que Renata cumpliera con su dieta, sin embargo, seguía igual de delgada. Ella se reintegró a sus estudios. Dos semanas después del incidente, acudí al hospital, en el cual el Dr. Segovia me recibió muy amablemente, junto con mi esposa.
-      Bien, dígame ¿cómo se ha portado su esposa? ¿Sigue la dieta?
-      Pos supuesto doctor, yo me he encargado de que la siga al pie de la letra.
-      Siéntense ambos y pónganme atención –nos dijo el médico- Renata está enferma y debemos someterla a un tratamiento.
-      Pero me siento perfectamente –dijo mi esposa-
-      ¿Qué tiene? ¿Es grave –inquirí yo-
-      Leucemia
-      ¡No! Gimió Renata.
-      ¡Imposible! ¡Solo está cansada! -Grite yo-
-      Sé que es difícil de entender, pero los estudios así lo indican, pero estamos a muy buen tiempo para que el tratamiento sea un éxito.
-      ¡Debe haber un error! –le dije al doctor-
-      Lamentablemente no
Mientras este diálogo sucedía, Renata se había quedado callada y su palidez era extrema, el doctor se percató de ella y le dijo:
-      Renata, muchacha, no hay de qué preocuparse, estamos a tiempo, el tratamiento será un éxito.
-      Como quisiera que su voz fuera de profeta profesor –pero las lágrimas resbalaban por su tez-
Al día siguiente Renata comenzó su tratamiento de quimioterapia. La rapidez me dejó asombrado. Después de un mes, su cabello comenzó a caer, y a los dos meses, decidió cortarlo al ras, así que yo también me rape completamente. A pesar de que seguía la dieta al pie de la letra, cada vez estaba más delgada y ojerosa. Para animarla le compraba todo lo que se me ocurría, desde una peluca, gorras, vestidos, muñecos, flores, cuadernos de dibujo, todo lo imaginable y lo imaginable. Ella sólo sonreía con paz infinita.
Cuando terminó el primer tratamiento, y después de realizar una serie de estudios el doctor Segovia nos cito en el consultorio. Ambos íbamos esperanzados e incluso habíamos hablado de ir a bailar para celebrar la mejoría de la que sin duda nos hablaría el doctor. Cuando llegamos al consultorio, la enfermera nos hizo pasar inmediatamente, a pesar de que habían más personas esperando consulta.
-      Renata, hermosa, ¿cómo te has sentido?
-      Bien doctor, gracias.
-      Que me dice usted, ¿cómo va el ánimo de su esposa?
-      Renta es una mujer muy valiente y animosa –le contesté- pero sin duda lo que usted nos diga nos animará mas.
El doctor se quedó en silencio unos minutos y nos dijo:
-      Lamento no tenerles tan buenas noticias. El tratamiento no fue lo exitoso que esperaba. El tipo de leucemia que presenta Renata es muy agresivo y ha empeorado.
-      ¿Es como el de mi hermana? –preguntó Renata-
-      Si, no puedo mentir –contesto el médico-
-      ¿Cuánto tiempo tengo?
-      No podría asegurarte nada, tal vez seis meses, pueden ser más, tal vez menos –señaló el doctor-
-      ¡Es imposible lo que dice! –interrumpí yo- ¡Debe haber un error! ¡Debe haber otras opciones, otros tratamientos! ¡Cualquier cosa! ¡Por favor! –pronuncié estas últimas palabras entrecortadas por los sollozos y con los ojos anegados en llanto-
Renata en respuesta me tomó de la mano y con serenidad pasmosa me dijo:
-      Estaremos bien amor ¡No sufras!
Mi respuesta fue abrazarla como un niño.
El doctor Segovia conmovido sólo atinó a decir:
- Continuaremos con el tratamiento, quizás podemos lograr un cambio.
- No doctor –le dijo Renata- No quiero pasar los últimos días de mi vida sin poder comer, con nauseas y vomitando eternamente. No quiero ver como caen uno a uno mis cabellos. Quiero morir con dignidad y no debilitada por los medicamentos.
- Por favor Renata, siempre hay esperanza de que el tratamiento resulte.
- No doctor, olvida que le conté como vi acabarse a mi hermana, yo no quiero que me suceda lo mismo, no quiero alargar mi agonía ni la de mi esposa y mis padres, ellos no resistirán perder a la única hija que es queda de la misma forma que a mi hermana –la serenidad de mi esposa cuando pronunció estas palabras era asombrosa-
- Pero Renata…
- No hay peros que valgan, agradezco su ayuda maestro, pero ya he tomado una decisión.
- ¡Renata, debemos intentarlo todo! ¡No te voy a dejar morir! –Grité desesperado-
Por toda respuesta mi mujer me tomó de la mano y besándola enseguida, mirándome a los ojos me dijo:
-      Alex, no permitiré que me suceda lo mismo que a mi hermana, quiero vivir mis últimos días a plenitud, contigo, con mis padres, ¡Entera! ¡por favor! ¡respeta mi decisión!
-      No puedo, ¡lucharé!
-      Si me amas, será como yo digo – y dirigiéndose al doctor le dijo:
-      Gracias doctor, ha sido usted fantástico conmigo, lo veré después –se despidió y salió del consultorio y yo tras ella-

Renata me tomó de la mano y me dijo:
-      ¡Vamos a festejar el diagnóstico!
-      ¡Cómo puedes decirle eso¡
-      No lo entiendes, tenemos seis mese para vivirlos al máximo, para disfrutar nuestro amor ¡debemos hacerlo! ¡Algo más! No se lo diremos a mis padres, sino hasta que ya sea inevitable ¡por favor!
Me abrazó y yo me aferré a su cuerpo, mientras ella me abrazaba y consolaba como a un niño.
Después de platicar toda la tarde y gran parte de la noche con mi esposa, decidimos que tramitaría un permiso en el trabajo para irnos de vacaciones y después un permiso sin goce de sueldo, para estar con ella el mayor tiempo posible.
Sin embargo el deterioro en su salud fue tremendamente rápido. Apenas habíamos pasado una semana con sus padres y un mes recorriendo varias partes de la provincia mexicana, cuando ante mis ojos se marchito, sus ojos perdieron el brillo que tanto me fascinaba. Su tez blanca se volvió macilenta. Su cabello antes lustroso y negro se volvió gris y opaco. Su sonrisa, esa sonrisa que yo tanto amaba, a pesar de su esfuerzo demostraba una tristeza inveterada, en resumen parecía un espectro de la mujer que yo amaba, pero al menos estaba viva.
Exactamente dos meses después del día que hablamos por última vez con el médico, tuvimos que acudir nuevamente a su consulta, pues los dolores que sufría Renata eran enormes, el doctor le receto morfina para paliar un poco los mismos. Mi bella esposa, tomaba la droga, sin embargo, el dolor no disminuía, vivía en un grito eterno. Llegó un momento, en que me pidió me acercara a ella y murmurándome al oído me dijo:
-      Amor, no lo resisto más, por favor, tengo que acabar ¡Ayúdame!
-      ¿Qué quieres que haga?
-      Mátame
-      ¡No! ¡Jamás podría hacerlo!
-      ¡Por favor!
-      ¡No! ¡he dicho mi última palabra!
Seguí suministrándole la droga, pero ésta no disminuía en nada el suplicio de mi adorada esposa. Una noche, cuando los gritos desgarradores de mi esposa me hacían temblar, sufriendo por su dolor, la vista se me nublo, una mancha roja apareció ante mis ojos, envolviéndolo todo… fue entonces que lo decidí. Tome una almohada entre mis manos, y me acerque a la cama en donde se encontraba mi esposa, mi amor… Ella me vio con sus ojos enormes, en esa cara tan demacrada, me acerqué a ella y con gran esfuerzo me dio un beso, sonrió y con voz apenas audible me dijo: “Gracias, te amo, siempre te amaré”
Entonces, si fue entonces cuando la ahogue con la almohada. Se estremeció unos breves segundos. Destapé su cara, se veía tranquila, como si durmiera plácidamente, el sufrimiento había desaparecido de su rostro. Tomé el teléfono, y hable a la policía confesando mi crimen. Hoy todavía esa nube roja me envuelve. Sé que faltan pocos días para que se cumpla la condena. Doy gracias a Dios de que se haya restablecido la pena capital en mi país. Espero la muerte con tranquilidad. Sé que ella me está esperando, y yo, yo quiero ir con ella, pues todavía la amo, siempre la he amado y siempre la voy a amar.


lunes, 29 de julio de 2013

¿Esperar?

¿Esperar?
¿A Qué?
¿Que las rosas se desojen por completo?
¿Que el mar no vuelva a arrullarme más?
¿Que el viento no se deslice entre las ramas?
¿Que el sol no me regale más atardeceres?

¿Para que esperar?
Se bien que tu a mi no regresaras.
Tu amor murió,
lo olvidaste en los brazos de esa mujer,
¿Qué te dio?
¿No lo sé?
¿Será mejor que yo?
¡Tal vez!
¿Tendrá la luz en su mirada que el dolor me arrebató?
¿La risa que perdí con tu traición?
¿La alegría que llenaba mi corazón con tu amor?

¡No soy la misma!, ¡no!
Miles de lágrimas surcaron mi faz sin detenerse jamás,
no hubo un hombro amigo en el cual pudiera yo llorar,
nadie escuchó mi historia,
nadie sabrá jamás mi versión,
te has encargado de que yo sea la mala,
la que no comprendió,
la que no lucho,
la que nunca escuchó.

¡Tal vez tengas razón!
Jamás intuí que mientras yo vivía en un mundo irreal
¡de amor y fantasía! ¡jajajajaja!
Mientras yo te entregaba el alma y la vida,
tú solo recibías,
aquello que en tu mente creaste como tu realidad,
nada más alejado de la verdad.


Cuando finalmente la vida nos sorprendió,
aconsejado o no,
¡huiste!
como las ratas huyen del barco.
Contaste tu verdad a todos los que quisieron escuchar,
y hoy, esa verdad muy tuya,
¡amarga!
¡acaba con todo!
con todo eso que fue nuestra realidad.


http://youtu.be/zdj7Hebbiyw

¿Tienes hambre…?

Manuel era un chiquillo de no más de cinco años. Su madre se dedicaba a cultivar las tierras y a comerciar lo producido. Su marido, el padre de Manuel había muerto cuando él apenas era un bebé recién nacido. Junto con él había muerto una de sus hijas gemelas, y poco después había muerto la otra, como si no hubiera podido soportar la ausencia de su gemela, se había ido marchitando como una flor.
Félix se llamó su padre, que falleció cuando Manuel tenía cuatro meses y su hermana Salustia tenía cuatro años. Las gemelas tenían siete años cuando murieron y poco tiempo después había muerto Santa, la hija mayor de 16 años. Pero Doña Petra tenía cinco hijos mayores: Francisco, Narciso, Simón, Concepción (a quien todos llamaban Concha) y Guillerma.
La encargada de cuidar a los hermanos menores era Concha, quien ya tenía 25 años. Lo hacía, no porque le gustara mucho, sino porque no había una sola persona que no obedeciera a su madre ciegamente, porque de lo contrario los regaños y malas palabras de doña Petra no se hacían esperar.
Ese día, Doña Petra se había ido a Chalmita, llevándose a su hija Salustia que ya tenía nueve años.
Concha había dado a su hermano en la mañana un té de hojas de naranjo y frijoles con tortillas. Después había hecho la comida y se había ido a dar de comer a los peones que trabajaban en las tierras de la familia, y no había regresado en todo el día.
El niño había estado feliz, pues había jugado sin parar con sus sobrinos: Samuel y Luis que eran hijos de sus dos hermanos mayores. Sólo había estado solo, cuando las madres de éstas les habían llamado a comer aproximadamente a las cuatro de la tarde. Cuando Concha regresó, comenzaba a oscurecer y Manuel ya estaba sólo, pues sus sobrinos como las gallinas se iban a dormir temprano, ya que no había luz eléctrica en sus casas, y las velas eran muy caras.
Manuel en su casa, esperaba a su hermana, las tripas le chillaban de hambre, pero su hermana no le había dejado comida, y él pensaba que seguramente al regresar ésta le daría comida que había guardado para él, de esa misma que había llevado a los peones.
Al entrar en la casa, se dio cuenta que su hermano estaba despierto porque estaba la vela encendida, así que entro en la casa y le dijo:
-Ora tú, ¿qué estás haciendo? ya es rete tarde, ¿Por qué no te has dormido?
-Te estaba esperando –contesto Manuel.
- Y que me esperas, nomas te estás gastando las velas a lo puro maje.
Manuel agacho la cabeza como respuesta.
Concha se dirigió hacia las ventanas y cerro las contra puertas de madera, por lo que la habitación quedó aún más oscura. Y tomando la vela le dijo al niño, recordando que no había comido:
-¿Tienes hambre? –y sin darle tiempo a responder ella misma contesto: -No “verda”, vámonos a acostar – abrió la puerta de la habitación para que el chiquillo saliera de la misma y lo llevó al cuarto en donde dormían.
Manuel con los ojos llorosos y con un hambre atroz, sólo acertó a quedarse callado, pues si le decía a su hermana que tenía hambre, ésta le daría primero una buena tunda de zapes en la cabeza, y después lo mandaría a dormir, sin comer, castigado por respondón y desobediente.

Se acostó en su petate, pidiendo que pasara pronto la noche, para que su hermana le diera al día siguiente té, frijoles y tortillas. Así soñando con la comida se durmió.

domingo, 28 de julio de 2013

Una sonrisa

Tu sonrisa fue el mundo que conocía,
tus palabras el credo que yo seguía,
tus caricias la gloria que perseguía,
tus besos el cielo que merecía.

Todo cambio,
todo se fue,
la desventura a mi llegó,
dura es la vida,
¿me amaste un día?
tal vez fue cierto,
pero acabó.

He aguardado
cuanto he podido
pero la vida
esa, no espera.
Cuando te fuiste
pronto encontraste
otros lugares para gozar,
y yo en cambio,
sólo quería hacer al tiempo
retroceder.

El tiempo pasa,
la vida sigue,
aún te amo,
pero no puedo ya esperar.
Nuestros caminos
se han distanciado,
rumbos distintos
llevando están.

Lloro en silencio
te he perdido,
y eso nunca
remediaré.

Voy caminando
sola, muy sola
en compañía
de mi dolor,
pero si alguien hoy me sonríe,
yo le devuelvo con gran sosiego,
esa sonrisa,
desde el fondo del corazón.

Pues la sonrisa que se regala
nace del fondo de nuestras almas,
 y trae alegría
al corazón.

Los espejos.

Hoy sería su día de suerte. El detective Olivo, se levantó como de costumbre muy temprano, salió a correr, en parte por el deseo de ejercitarse y en mayor grado para verificar que la guardia estuviera atenta. Regresó  a su departamento para asearse y vestirse, de camino al trabajo compró su acostumbrado expreso cortado. A las ocho de la mañana, como todos los días se encontraba en la oficina del  Inspector Del Olmo, la secretaria de éste le saludo y le indicó que lo estaba esperando. Olivo, ni tardo ni perezoso entró:
-Buenos días
-¡No sé qué tienen de buenos Olivo!, tengo al  Procurador y al Presidente  presionándome, además la prensa y la televisión no pierden momento para resaltar que ya han asesinado a doce mujeres en “Los viveros”, le han puesto como nombre al caso “Los espejos”: seis asesinatos semejantes. Nosotros aún seguimos con varias líneas de investigación... ¡Aquí van a empezar a rodar cabezas y la mía no será!, así que ¡espero tenga buenas noticias!
-Olivo con su calma habitual le dijo- Hoy le tendré resultados, nunca le he fallado y esta no será la excepción, ¡confíe, Jefe, confíe!
- ¡Estas advertido! ¡La primera cabeza será la tuya! ¡Retírate!
Olivo, salió de la oficina y del sector. En la calle la detective Zúñiga, le esperaba.
¿Cómo estuvo el vendaval?
-¡Apenas y fue llovizna! ¡Vamos!, tenemos que cuidar todos los detalles, Juárez y González nos avisarán si hubiera jaleo, debemos conectarnos  para confirmar que todo va de acuerdo a lo planeado.
Ambos policías subieron a su auto avanzando por calles transitadas sin prender las luces y la torreta. Pararon frente a  una boutique.  Zúñiga se apeó del automóvil, ingresando al local. Los minutos comenzaron a pasar, hasta convertirse en casi una hora. Olivo, desde su vehículo observaba la gran cantidad de mujeres que entraban y salían del establecimiento. La puerta de éste se abrió una vez más, llamándole la atención, una mujer de piel apiñonada con una minifalda color negro que atrajo las miradas de cuanto hombre pasaba en esos momentos por la calle. A pesar de estar de servicio deseo perderse un rato con ella, pero ese pensamiento sólo le turbo unos segundos. Con asombro observó como la mujer se acercaba al coche, como si se dispusiera a cruzar la calle, el detective sonrió para sus adentros pensando que podría observarla de cerca. Su sorpresa fue mayúscula cuando la mujer le tocó en la ventanilla, por lo que Olivo trató de que su expresión fuera de indiferencia,  bajo el vidrio.
-          ¿En qué puedo servirla?
-          ¡Te pasa algo! ¡Quita esa cara de bobo! –le espetó Zúñiga-
-          ¿Estas…? ¡distinta!
La detective sonrió disimuladamente, mientras Olivo abría la portezuela
-           Jamás pensé que no me reconocerías. ¡Sólo es la ropa!
-          Y el cabello, el maquillaje, los zapatos… la forma de caminar…
-          ¡Vámonos! –dijo Zúñiga- ¡Tenemos mucho trabajo!
Olivo arrancó. Durante el trayecto de manera disimulada y a pesar de que trataba de evitarlo, observaba a su compañera de reojo.
Después de varios minutos,  llegaron a un edificio de departamentos, ingresaron a uno. En este lugar el trabajo era frenético. Ambos se dirigieron hacia unos ordenadores. El técnico Villa, le dijo:
-          Hace unos minutos nuestro hombre se conectó, y comenzó a chatear con varias mujeres.
Olivo, tomo un ordenador y tecleo una contraseña. Enseguida recibió un mensaje.
-          Amor, te extrañé
-Olivo, respondió -No más que yo corazón
- Ardo en deseos de conocerte, ya quiero que sean las siete de la tarde para poder verte.
- ¿Cómo me reconocerás? –contestó Olivo-
- Serás la Trigueña sensual de los pants  azul celeste
- Rojos… –contesto el detective- como el amor que siento por ti…
- Recordaste que es mi color favorito
- Todo lo importante para ti, lo es para mí.
- Te llevaré el regalo que te prometí
- ¿De qué color será?
- Negro, sabes que ese color me excita… ¿Cómo estas vestida?
- Negro…
-Quisiera tocarte toda…
-Me estoy mojando, sólo de pensarlo
-Por qué no pones la cámara, quiero conocerte
- Habías prometido que aguardarías  hasta esta tarde
-Solo faltan una horas, si me amas. ¡Compláceme! ¡Nena! ¡Compláceme!
Olivo, reflexionó un momento y dirigiéndose  a Zúñiga le dijo: ¡Tendremos que hacerlo! La detective fue a otro ordenador dentro de un set en el que aparecía una estancia minimalista, pero acogedora; se retocó el labial, desabotonándose la blusa para que se pudiera ver su busto, encendió la cámara de video
- Esta bien, -escribió Olivo- ¿te veré?
- Por supuesto, nena, por supuesto.
Olivo dio el click definitivo para conectar a la detective en el chat, a partir de ese momento, quedaban a merced de la actuación que realizara su compañera.
La imagen que transmitió la pantalla les asombró: Un hombre fuerte y guapo, comenzó a pedir a la detective que se tocara ante la cámara, mientras le decía palabras obscenas. La detective actúo como si se sintiera excitada, su interlocutor se estaba volviendo loco, finalmente le dijo:
-          Nena, ¡te haré vibrar, te haré gritar…! nos vemos en la tarde –corto la comunicación-
Las horas siguientes, pasaron lentas. A las seis, Zúñiga ataviada con ropa deportiva roja entalladísima, que no dejaban  nada a la imaginación subió a un convertible amarillo, seguida de varios autos. En los viveros, varios detectives vigilaban el perímetro en posiciones estratégicas. Olivo vestido con pants verdes comenzó a correr treinta minutos antes de que Zúñiga pisara el parque.
La detective sabía que varias miradas la seguían, y contoneándose camino hasta el centro del vivero,  llegó a la “rotonda”, el lugar se encontraba solo y comenzó a calentar, sus sentidos alertas al máximo. Escucho como unos pasos se acercaban sigilosamente, trato de parecer distraída. La tarde languidecía y las primeras sombras de la noche se deslizaban entre la arboleda.
La detective sintió como una mano se posaba sobre su hombro, al mismo tiempo que una voz le decía:
-Al fin te conozco ¡nena…!
La detective emitió un suave ronroneo, el hombre le abrazo por la espalda.
-Eres más sexi de lo que recordaba –le acarició las nalgas- La detective lucho por mostrarse complacida, mientras en su mente maldecía a Olivo.
-Te traje un regalo –el hombre sustrajo del bolso de sus pantalones una tanga negra delgadísima-
Zúñiga le rodeo con los brazos –tratando de hacer tiempo- el hombre comenzó a besarla mientras la aventaba al pasto. En el suelo sintió como dos pares de brazos la sujetaban, mientras le metían en la boca la tanga para impedir que gritara y le arrancaban toda la ropa. Violentamente separaron sus piernas, ella se resistía con todas sus fuerzas, preguntándose ¿por qué tardaban tanto en acudir en su ayuda? en respuesta recibió un golpe en la boca del estómago que le sacó el aire y otro en la cabeza, dejándola  inconsciente.
Uno de los hombres grito:
-¡Métesela!
Cuando estaba a punto de penetrarla, los hombres la soltaron.
Olivo se quitó la sudadera cubriendo la desnudez de Zúñiga que seguía sin sentido. Los policías sometían a los sujetos. En otro sector del parque, un grupo de policías hacía lo mismo con dos sujetos idénticos que habían atacado a una segunda mujer.
Los titulares de los periódicos al día siguiente  destacaban: Gemelos idénticos, los asesinos de los viveros. Cuatro fotos de dos pares de hombres similares ilustraban el reportaje.
En la cama del hospital Zúñiga se recuperaba de la agresión sufrida, había permanecido desmayada  más de media hora. Olivo sentado en la silla junto a su cama la observaba despertar.
-¿Cómo te sientes?
- Como si hubieran tratado de violarme –sonrió Zúñiga- ¿Dime cómo descubriste que eran cuatro y no dos los asesinos?
El modus operandi fue fundamental, la prensa le llamó “El caso de los espejos”, las lesiones que presentaban las víctimas en manos y tobillos eran huellas de pulpejos de distinto tamaño; se determinó que el ADN del semen pertenecía a cuatro tipos diferentes, con semejanzas en las cadenas por pares. Finalmente, sabes que comencé a correr antes que llegarás. Me llamaron la atención en el circuito un par de hombres corriendo juntos, uno de ellos parecía ser el de internet, su cara estaba oculta tras una gorra. No podía seguirlos, pues sería demasiado obvio, así que corrí más rápido, pero antes de lo pensado volví a tropezar con una pareja idéntica, salvo porque uno de ellos al correr parecía estar lesionado. Sabíamos dónde era tu cita, pero no dónde sería agredida la segunda mujer, por eso tardamos un poco, deducir el segundo lugar fue lo difícil,  hasta que recordé que cerca de las canchas  de basquetbol hay otra rotonda, lo  demás es historia.
Olivo se acercó a Zúñiga, tendió su mano y acaricio su mejilla. 
- Jamás permitiré que vuelvas a correr riesgos –dijo besándola-
-No soy tu propiedad.
-Pero eres mi novia
- ¿Lo soy?
Se prendió  nuevamente de su boca, olvidándolo todo. En la pared un espejo reproducía la escena.




miércoles, 10 de julio de 2013

Fin del día

Todo el día había jugado, subido, bajado. No había un rincón de la casa que como un torbellino no hubiera recorrido. Ana era una pequeña de tres años que no se quedaba quieta ni un minuto.
Cuando sus hermanos regresaban del colegio, ella les recibía con una sonrisa y con su cuento favorito en las manos. Todos ellos de manera afable rechazaban su pedido de que le leyeran el cuento. Así que la chiquilla continuaba jugando en ocasiones, y en otras, echada sobre su estomago, pasaba una y otra vez las páginas de su libro.
Poco tiempo después, María, su madre regresaba del trabajo y comenzaba con el trajín del hogar: Hacer la comida, limpiar, lavar, planchar, etc., sus actividades no acababan nunca. Entre cosa y cosa vigilaba que sus hijos cumplieran con sus deberes escolares, escuchaba sus historias, sus problemas y cuitas. De ser necesario iba al supermercado o incluso a pagar algún servicio.
Al anochecer, cuando llegaba su marido, le  daba de cenar junto con todos sus hijos. Era el instante en que la familia se encontraba completa y escuchaban  los relatos de lo  que les había acontecido en el día a cualquiera de los miembros de  ésta. Al terminar, cuando los hijos mayores se retiraban para descansar y su marido escuchaba las noticias en la televisión, María  se sentaba en un sillón a acompañarle.
Noche a noche cumplía con el último de sus deberes. Ana su hija menor se presentaba y extendía hacia ella su libro favorito, se encaramaba en sus piernas, acomodándose en su regazo, y con su tierna voz infantil le decía: “Mami, ¿me lo puedes leer por favor?”. María, sonreía y con un libro entre las manos  comenzaba la lectura de ese cuento infantil.

Después de la primera frase, su pequeña, continuaba repitiendo la historia, simulando leerla. Al terminar el texto de cada página, la niña pasaba con delicadeza cada hoja, ante la mirada atenta de su madre. Así, noche a noche llegaba el fin del día para ambas.