martes, 9 de julio de 2013

2.- Jálate pa'l monte (María)


En esos años, Xochimilco era un desbarajuste, como lo era todo el país, había grupos armados en todas partes, y aquí, aquí era frecuente que llegaran los zapatistas, no en balde, Zapata y Villa se reunieron en Xochimilco para platicar.
Me acuerdo muy bien, de todo lo que sucedió, mi padre entró en la casa muy asustado, y llamo a mi madre:
-Margarita, corre mujer y trae a las niñas para dentro.
Mi madre enseguida nos grito: María, Margarita, Lupita, nos llama su padre, todas dejamos lo que estábamos haciendo y fuimos a la sala inmediatamente.
Al entrar mi padre se levantó enseguida del asiento, y se acercó a nosotras: Nos vio, nos recorrió con su mirada y le dijo a mi madre, hay mujer, ¿no sé qué hacer?, en unas dos o tres horas cuando más, llegan los zapatistas, y esta niña –le dijo dirigiendo su mirada hacia mi- ya es toda una señorita y corre peligro, así que tenemos que hacer algo.
Se me acerco y me abrazo delicadamente y me dijo: Mi dulce María, ya eres toda una mujercita, eres una flor que cualquiera querrá arrancar -acariciándome mi larga trenza le dijo a mi madre:
-Tienes que cortarle el cabello, trae ropa de Otilio -refiríendose a uno de mis hermanos- y que se vista como él, las voy a llevar pa’l monte, a ella y a las niñas. ¡No vamos a correr riesgos!
-Pero padre –le dije- ¿Por qué han de cortar mi cabello?
-Es por tu bien mi niña, has oído hablar de los zapatistas, hasta este momento nunca han llegado hasta el pueblo, pero las cosas ya están muy feas, y me han dicho, que hoy si entran aquí a San Lucas, así que todo el pueblo va a esconder a las mujeres jóvenes y bonitas, porque dicen que entran a los pueblos y se roban a las jovencitas, las violentan, las desfloran, se las llevan, y si se cansan las matan o las tiran por ahí, yo no quiero nada de eso para ustedes.
-Pero mis hermanas son una niñas, dije refiriéndome a mis hermans de 7 y 6 años.
Así es, pero no voy a correr el riesgo, todas se van contigo. A ti te vestimos de hombre, y así, un jovencito imberbe cuidando a sus dos hermanitas, será motivo suficiente para que no te lleve la leva, en caso de que ¡Dios no lo quiera! las encuentren, no les harán nada.
Mi madre con lágrimas en los ojos, fue hacia su costurero, y tomando una tijeras se acerco a mí, y poco a poco corto mi larga trenza. Mis ojos se llenaron de lágrimas, el cabello era lo que más le gustaba de mi a José Guadalupe, el hermano de la esposa de  mi hermano Otilio, su mejor amigo, a quien yo veía como mi amor imposible, porque era 20 años mayor que yo. En ese momento recordé las palabras que  él me decía cuando me veía con el cabello suelto:
-María, pronto serás la mujercita más linda del pueblo, tu cabello es tan negro como la noche, como mi caballo –Lo que me hacia ruborizar- Tus mejillas parecen rosas y son suaves como el terciopelo, quien tuviera tu edad.
Pensando en ello, las lágrimas no dejaban de correr por mi rostro.
Mi madre me dijo:
-No llores, ya volverá a crecer.
En menos de cinco minutos, mi cabeza tenía el cabello tan corto como el de mis hermanos.
Mi madre entonces me hizo señas para que le acompañara a la recámara- Ya en ésta, me dijo, vas a tener que desnudarte, y tomando mis enaguas, las rasgo e hizo unas tiras largas y delgadas, entonces me dijo:
-Quítate la camisa.
Yo, me quite la camisa, roja de vergüenza, pues mi madre hacía mucho que no me veía desnuda, solo atine  a tapar mi busto con las manos.
Mi madre con lágrimas en los ojos me dijo:
Eres tan linda como una flor hija de mi alma, no debes avergonzarte, sube los brazos –me ordenó-.
Entonces con gran delicadeza comenzó a vendar y apretar mis senos para tratar de que pareciera yo un jovencito.
-No te debes quitar las vendas, y si encuentras a alguien que no conozcas, no alces la vista, si ven esos hermosos ojos verdes, se darán cuenta de que no eres un muchacho.
Mi madre terminó de vendarme y me dio ropa de mi hermano, me puse sus pantalones, camiseta, camisa y me puse sus botas.
-Madre –le dije- me quedan muy grandes las botas y no podré caminar.
Mis hermanas, en ese momento se asomaban en la recámara y les dijo:
-Traigan algo del algodón que está en el botiquín.
Lupita salió corriendo, y en un instante estaba de regreso con el algodón.
-Anda, sácate las botas – me dijo mi madre, y dándome el algodón me indicó que rellenara las botas con él-
Mientras tanto, les dijo a mis hermanas que se pudieran sus vestidos más viejos y sus abrigos.
Ya vestida como jovencito me ordenó:
-Vamos a la cocina, ahí, me indicó que manchara mi cara con el tizne del fogón, y así, ya sucia y vestida me dijo:
-Vamos con tu papá.
Al llegar a la sala, mi padre ya no se encontraba solo, estaba Otilio, mi hermano con su mujer, que estaba esperando a su primer hijo, y le faltaban uno o dos meses para parir. Al verme sonrió y comentó:
-María, nadie te va a reconocer, si pareces un muchachito, y mis hermanitas parecen una mococitas, no las señoritas hermosas que son.
Yo pregunte:
-¿A dónde vamos a ir?
Te acuerdas del jacal que está en Tepehuizco –refiriéndose a un terreno que tenía en el monte, muy lejos del pueblo-
-Si papá, pero cómo vamos a llegar?
En ese momento, entro a la sala de la casa Guadalupe, el cuñado de mi hermano.
-¿De dónde salió este jovencito? Me dijo, iluminando su rostro con una sonrisa.
-¿No me reconoce usted? -le dije- Mirándole con mis ojos llenitos de amor.
Mi padre en ese momento interrumpió, no hay tiempo para charlas, en este momento te jalas para el monte, José Guadalupe las va a llevar a ti y a las niñas, se van a ir en los caballos y se van a llevar a uno de los asnos, ya ahí, José Guadalupe les va a dejar bien escondidas e instaladas y sólo se van a quedar con el asno, todas adentro del jacal, adentro de éste hay un hoyo bien disimulado, si llegar a oír que alguien se acerca, las cuatro se van a meter en él. Deben aparentar que el jacal está abandonado, mucho cuidado, no hagan ruido, escondan al burro entre la milpa, ¿me entendieron bien? –nos dijo mi padre- Si alguien las llega a ver, trata de imitar la voz de tu hermano Andrés, y el tonillo de las personas que no saben leer ni escribir, no te vayan a delatar tus modales –me dijo mi padre preocupado-
Todas asentimos.
Mi madre con lágrimas en los ojos, comenzó a darnos la bendición a cada una de nosotras, mi padre hizo lo propio.
La mujer de Otilio lloraba, y me decía:
-Cuídate mucho María y cuida a tus hermanas, sean prudentes, que Dios las proteja.
Los caballos estaban ensillados, el burro amarrado detrás de ellos. Monte en un caballo con Lupita agarrada atrás de mi,  José Guadalupe se subió en ancas a Margarita.
Así, mis hermanas con lágrimas en los ojos, agitaron sus manitas y se despidieron de mis padres,  mi hermano y  Magdalena, mi cuñada.
Yo trataba de hacerme la fuerte, sólo oí como mi padre le  decía a José Guadalupe: Jálate para el monte, déjalas seguras y de regreso borra todas las huellas, jálate para el monte y deja ahí a mi mayor tesoro: mis hijas. Dios las cuide, pronto iremos por ustedes.- Su voz, entonces se quebró y el llanto de mi madre inundó el silencio.

Así fue como ese día 3 de diciembre del 1914 huí para el monte para salvar mi vida, mi honra y la de mis hermanitas. 


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