lunes, 1 de julio de 2013

Crisis matrimonial.





Una nueva pelea, por más esfuerzos que hacía no podía recomponer su matrimonio.

Ramón le reclamó por enésima vez su manera de gastar el dinero y su afán compulsivo por almacenar grandes cantidades de objetos y víveres, como si estuvieran ante una inminente guerra nuclear.

Su casa parecía una madriguera: cajas apiladas por todas partes, ya ni siquiera podían verse las paredes y la luz del sol no entraba por las ventanas.

Además, ella se vestía con ropa que parecía cilicio, y sus amigos le ofrecían préstamos de dinero, ya que pensaban que pronto tendría que ir al Montepío a empeñar sus argollas matrimoniales, porque ella se vestía como mendiga. Ya estaba harta de todo ello, no sabía por qué lo hacía.

Soledad le indicó a su marido que la cena estaba lista.

El se armó de valor, pensó hablarle a su esposa calmadamente de todo lo que le molestaba, sin embargo, sus intenciones se vieron frustradas, pues en el colmo de la desfachatez y la indigencia, después de todo un día de arduo trabajo, en que sus manos quedaron como el molde bulboso de todos los focos que tenía que empacar, su esposa le servía como cena ¡algo… algo como un bulbo!, ¡bueno!, no era un bulbo, pero si era una papa hervida, un tubérculo sin chiste, sin mantequilla, queso o un poco de pulpa de cangrejo que a él tanto le gustaba. Así que mientras comía le cuestionó a su mujer:

-Soledad, ¿por qué no has rellenado las papas?, ¿para eso almacenas tanta comida?

- No tenía nada con que rellenar las papas.

- Mujer, tienes el refrigerador lleno de comida y la despensa de latas, no había nada con lo que acompañar esto -dijo señalando la papa-

-No, respondió cortante.

Pareces ardilla, ¿para qué almacenas tanta comida?, ¿estás pensando hibernar como los osos?, o ¡vas a hacer tus depósitos como las hormigas!

- ¡Qué sabrán las hormigas lo que yo hago en invierno! Ya estoy harta, nada de lo que hago te satisface –le dijo, poniéndose a llorar-

-Calma mujer, tenemos que solucionar esto.

-Pues como no vayamos a un terapeuta, no sé qué podremos hacer.

Estas palabras le abrieron el cielo a Ramón.



-Mi vida, haremos lo que tú quieras. Busca un terapeuta mañana mismo.- Y tomándole la mano, se la besó.- Haría todo lo necesario por salir de la crisis en la que estaban inmersos…




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