Desde niña
aprendí a amar a los libros, las historias que en ellos encontraba, las hacía
mías, yo era la protagonista, mi imaginación me permitía ser polifacética,
igual la heroína, que la bruja malvada. Mediante éstos he viajado y conocido
personas, costumbres, ciudades. Los libros han sido mis compañeros en los
momentos más tristes y más alegres de mi vida.
Hoy recuerdo aún mi
primer intento de escribir un cuento a los 5 o 6 años de edad, mi mente ha
bloqueado el recuerdo exacto, se que fue cruel, yo estaba ilusionada y muy
contenta por mi logro, pero no pudo ser.
Desde ese día, me
prometí que algún día escribiría. Por azares del destino elegí estudiar
derecho, haciendo a un lado mi deseo de estudiar Ciencias de la Comunicación o
Lengua y literatura hispanoamericanas, y dejando para más tarde mi afición por la
escritura. Han pasado muchos años desde que realicé esa elección, y aún cuando
en distintas etapas de mi vida he escrito, estos textos jamás han llegado a ver
la luz, periódicamente he destruido estos manuscritos, quizás aguijoneada aún
por la duda sobre mi capacidad como escritora. Hoy, debo darme esa oportunidad
que he venido relegando desde que tenía 5 años, este compás de espera ya ha
sido demasiado largo.
Hoy quiero ser la
protagonista, no de la historia, pero sí de la autoría de las letras. Me lo
debo, se lo debo a esa niña que sufrió la angustia de la mofa y el sarcasmo de
una mujer mayor, por la que de cuajo corto su sueño de
ser escritora. Hoy, ya no me importa recordar los hechos acontecidos con
exactitud, ni el nombre de esa persona; hoy quiero revivir esas historias, que
forman parte de mi pasado, y que aún
cuando no son mías, son historias de vida de mis ancestros, de mis raíces, de
mis orígenes. Si estas historias no se hubieren dado como en su momento
sucedieron, yo no sería la persona que ahora soy, tal vez ni siquiera existiría
porque yo no habría nacido.
De una u otra
manera en estas anécdotas se ven siempre mujeres involucradas, pueden ser las
buenas o las malvadas, eso no es importante, lo importante es que su presencia,
su actuar, hicieron que estos relatos tengan en mi vida una importancia tal,
que han quedadas grabadas en mi memoria, y ahora las quiero compartir. Chuscas
o dramáticas, son parte de mi historia, dejaron huella en mí y trascendieron en
mi formación, me hicieron ser el ser humano que soy.
“El pastor”, es
la historia de mi bisabuelo, el por qué llega al Distrito federal, desde su
natal Morelia, en el siglo XXIX. “Jálate para el monte”, es una anécdota de la
revolución en la que se ve involucrada mi abuela materna. “La estacada” narra
la forma milagrosa como mi abuela paterna se salvo de morir en la revolución.
“Tienes hambre…” es una historia en la infancia de mi padre. En “La justiciera”
hablo nuevamente de mi abuela paterna. En “La última visita…” narro un
incidente que sucedió entre mi abuelo materno y mi abuela paterna, “Se me sale
el corazón…”, es una de tantas anécdotas de mi infancia. “El chipiturco” narro
mi primer intento fallido por escribir, siendo una niña; “La mesa de tres patas”,
es una historia sucedida en donde se involucra la muerte de mi padre; en “La
esposa del león…” evoca hechos en los que jamás debí verme involucrada y los
cuáles dieron origen a una pérdida terrible en mi vida y finalmente “Camina
para papi” es la historia con un amigo que me anima a seguir y me hace sonreír.
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